Tere García, directora del periodico mensual Somos Hermanos, que aparece cada primer martes del mes, como suplemento en el periodico Reforma, me entrevisto. Maravillosa tecnólogia que permite comunicarnos entre México y Yucatán para el resto del mundo y ejercer mi vocación de regalar "lagartijas a las neuronas y cosquillas al corazón".
Margarita Robleda
Cuentos, poemas, adivinanzas, preguntas, conferencias, cosquillas a las neuronas y al corazón
jueves, 16 de enero de 2014
Video con entrevista para Somos Hermanos televisión
jueves, 5 de septiembre de 2013
¿Quien es esa extraña que vive debajo de mi piel?
En realidad hoy es el Día internacional de la Mujer Indigena, reconozco nuestra deuda con ellas y buscaba en mis archivos algun material que nos pudiera ser útil para reflexionar. Me encontré este texto que presenté hace más de una docena de años en un "Día de la mujer". Si bien con la distancia observo que la mujer, en ciertas clases, se ha liberado más del control culpa de su sexualidad... ahora es esclava de la mercadoctenia que le impone estandares de belleza muchas veces ajenos a sus latitudes geográficas. Si nos escandaliza la mutilación que las mujeres chinas hacían con sus pies... ¿cómo se le puede llamar a calzarse en la talla 0 y subirse a unos andamios de tacones durante horas... para darle gusto a... ¿alguien lo sabe? Mientras no sepamos quien es esa extrañaba que vive debajo de nuestra piel, nos pasaremos la vida queriendo darle gusto a los demás.
¿QUIÉN ES ESA EXTRAÑA QUE VIVE DEBAJO
DE MI PIEL?
CONFERENCIA CON MOTIVO DEL DIA DE LA MUJER
INSTITUTO MEXICANO DEL PETROLEO
Margarita Robleda Moguel
8 de
marzo del 2000
¿Quién es esa
extraña
que vive debajo de
mi piel?
¿Qué quiere?
¿Qué sueña?
¿Qué espera?
¿Quién es?
No es ni mi
abuela,
ni mi madre,
ni mi hermana…
tampoco es la
esposa de…
no soy la hija,
la mamá,
la tía,
la patrona,
Sin embargo…
a pesar de no
tenerlo muy claro,
ante algunos de
ellos,
de todo soy la
culpable.
¿Quién es esa
extraña
que vive debajo de
mi piel?
¿Quién es?
Me veo en el
espejo
y no me reconozco.
No soy esa
que todos dicen
que soy.
Pues si así fuera,
¿dónde acomodo mis
dudas,
mis miedos, mis
preguntas;
en donde
manifiesto mis logros,
mis sueños,
mis deseos, mis
retos y mis fantasías…?
¿dónde puedo ser
simplemente… yo?
¿Quién es esa
extraña que vive
debajo de mi piel?
Puede alguien
decirme…
Creo que he
llegado a la edad
en la que me
gustaría
comenzar a
descubrir,
intentar
investigar,
arriesgarme a ser;
estoy dispuesta a correr
el riesgo
a equivocarme si
es necesario,
con tal de saber
que algún día
por primera vez,
me atreví a
preguntar,
a sentir,
a ser yo,
Me descubrirme
viva…
con todas sus
consecuencias.
Dicen los
estudiosos que la historia cambió su curso cuando el hombre logró atrapar el
fuego; pero yo estoy segura de que fue un ella
la que lo hizo por su deseo de mantener la cueva calientita para sus
cachorros; y estoy segura de que fue un ella la que coció las primeras vasijas
para tener agua siempre y cerca, en vez de
ir a beberla directamente al arroyo; y estoy convencida de que fue un ella la que al ver que el hombre se
dilataba en regresar de su cacería tras los mamuts y habiendo hambre en la
familia, en su desesperación, se le
ocurrió moler esas semillas que crecían silvestres en la entrada y mezclado ese
polvo con unas gotas de agua, sobre una
piedra caliente, surgió el primer pan nuestro
de cada día.
Con el paso de los
siglos la mujer fue conociendo mejor las plantas y descubrió sus posibilidades
curativas y alimenticias. Fue madre y partera, hija y esposa. Acunó en los
brazos a sus pequeños dejando fluir la ternura maternal a través de arrullos,
precursores de las canciones de cuna. Para entretener a sus hijos inventó rondas, rimas y juegos; enseñó a sus
herederos lo que había aprendido en las
rutinas diarias por la sobrevivencia: a coser las pieles, a cocinar los trofeos
de las cacerías, a seleccionar las plantas y raíces, a descubrir sus
cualidades; a curar, a construir, a armar los espacios para ofrecer comodidad,
y llegado el momento del traslado a otras zonas, el cómo se elabora un equipaje
ligero, algo que lleve mucho y que se pueda cargar con cierta facilidad.
El mantener la
mesa puesta y el lecho con flores, el contar las estrellas, el cantarle a la
vida y a la luna, el pintar con la sabia de las plantas y el jugo de las frutas
escenas de la vida diaria en las paredes de las cuevas, fue parte de su
rutina... los años fueron pasando y después... ¡la oscuridad de los siglos!
¿Qué sucedió? ¿Fuimos nosotras las que nos escondimos? ¿Fue el hombre el que
tuvo miedo del poder de la mujer?
Hay estudiosos que
dicen que el varón temía ser devorado por su compañera. Ellas tenían el secreto
de la concepción, el conocimiento de las plantas y soportaban estoicas el dolor
del parto. Otros piensan que el hombre celoso por ese conocimiento, después de
obtenerlo, se inventó una universidad a la que ella no tuvo acceso, se dio a sí
mismo el título de médico y a ella la mandó
quemar a la hoguera por bruja.
El título del
libro “Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus” nos sugiere que existen
diferencias que confirmo diariamente en la vida; mientras que en la primera
cita de la pareja, la mujer vuela en la mente, desde su matrimonio y luna de
miel, hasta llegar a la primera comunión de sus nietecitos, el hombre, únicamente
aspira a llegar con ella... a la cama lo más pronto posible.
Intentando ponerme
en las botas de piel de ese hombre prehistórico, veo a un ser humano con gran
fuerza física que vive en constante lucha para enfrentar el medio ambiente; que
descubre que aprovechado la dureza de las piedras puede utilizarlas como armas
para alejar a los enemigos que rondan la cueva y cómo con el paso del
tiempo, la imaginación, la creatividad y el hambre, lo impulsan a
probar amarrar la piedra a un palo, para
construir un arma más eficaz, que con los años va puliendo en sus orillas hasta convertirla en un afilado
instrumento de muerte que, ahora, no solo ahuyenta a los enemigos sino que le
permite enfrentar al otro, al igual; salir al encuentro de piezas más
codiciadas y planear una logística de ataque.
De entrada, la
historia nos muestra a la mujer dando a luz, preservando la vida y al hombre
haciéndose de instrumentos de poder y de muerte. ¿Cuando surge la competencia
por el bastón de mando? ¿La lucha entre los más fuertes por el liderazgo del
grupo? guerra que se extiende entre nosotros hasta el día de hoy. ¿cuando se perdió la ternura? ¿Era demasiado
rudo el entorno y la sobrevivencia para haberla tenido alguna vez? ¿Habría
podido ser la historia diferente?
Como escritora
dedicada a producir material para niños, los cuentos tradicionales han sido mi
fuente de inspiración y acicate. El horror que me produce que sigamos leyendo a
nuestros niños semejantes monstruos, me lanzó a proponer nuevos esquemas y, en
los últimos tiempos, a jugar con las historias para aportar mis versiones. ¿Qué
tanto daño nos han hecho esos roles aprendidos desde niños? ¿Qué tanto éstos
son los culpables de lo que ahora estamos entendiendo como “género”? ¿Qué tanto
les permitimos que continúen presentes en nuestra vida diaria?
De entrada, la
belleza física en los cuentos es de tipo europeo: “rubios cabellos que caen
como cascadas sobre los hombros, ojos azules como lagos serenos... hombres
apuestos, varoniles y valientes que nada temen, nunca dudan y jamás se
equivocan”. ¿Y si tengo la piel canela y los ojos de capulín? ¿Y si no soy ni
fornido ni apuesto; dudo y me equivoco; ¿y si no soy capaz de enfrentar
dragones ni ejecutar hazañas que me permitan aspirar a conseguir la mano de la
princesa...? que por cierto... ¿cómo se sentirá la muchacha “vestida de
carnada” para pescar a un sujeto que, motivado por su belleza, ejecute una
acción extraordinaria? ¿Por qué será que los reyes siempre ofrecen la mano de
sus hijas?
En una versión
propia del “Sastrecillo valiente”,
cuando el muchacho logra vencer al gigante y el rey intenta entregar a una
princesa con cara de mal humor, producto del sentirse usada por la ambición
paternal o como se diría en lenguaje monárquico, en bien del reino, el sastrecillo le dice al monarca: “disculpe su
majestad, pero considero que la princesa es mucho más valiosa que un simple
trofeo de cacería. Yo quisiera, si me lo permite, invitarla a tomar un helado
para que nos vayamos tratando”. Semejante discurso, arranca de la joven un
suspiro de alivio, ¡el muchacho no era un caza gigantes machorro! sino alguien
sensible y preocupado en conocer sus sentimientos, por lo que inmediatamente
responde: “¿Te parece bien el domingo”.
A las mujeres nos
dijeron que llegaría un príncipe azul a salvarnos, y nos casamos con quién se
pudo. A los hombres, que conquistarían a una princesita y nada, la vieja ronca.
Esto ha hecho que exista un sentimiento
profundo de que alguien nos engañó y la experiencia en los distintos foros me
permite entrever, que este sentimiento no es exclusivo de ninguna de las clases
sociales: sino general.
Alguien nos
engañó. Nos dijeron que vendrían a salvarnos y nos quedamos pasivos esperando.
Por ejemplo: no entiendo por qué Cenicienta, ante el abuso de su madrastra y
hermanastras no tomó una actitud más activa; si quería ser sirvienta, ¿por qué
no se fue a realizar dicha actividad en la casa de a lado donde siquiera
recibiría un salario? ¿Qué tanto nosotros, como país, estamos esperando se
salvados por el otro: el presidente, la inversión extranjera, el banco mundial;
tan siquiera por un “Melate”? La actitud pasiva de Cenicienta es solo una
parte. También existe otro personaje que nos mantiene pasivos y dependientes de
la ayuda, de la salvación externa: el
hada madrina. Cuando las cosas se ponen más terribles, aparece este mágico
personaje y arregla todo el desorden, soluciona el conflicto, y pone las cosas
en su lugar. ¿Y qué tal de apabullante puede ser la sentencia de: “Y
vivieron siempre felices”? Por un lado,
podría llenarnos de esperanza dicha
posibilidad, pero también de ilusiones vanas al pensar que la felicidad llega mágicamente.
En los cuentos
nada se dice de las arrugas y la rutina;
nadie habla de construir la dicha día con día, de echarle ganas; de
perdonar una y otra vez o setenta veces siete como dice el libro sabio. Nos
hacen pasivos a hombres y mujeres al pensar que ese sentimiento viene incluido
en el pastel de bodas y que el ver televisión juntos, nos permitirá tener algo
de qué platicar.
Pero hay mujeres
que rompen el esquema de ser simplemente una “barbie” y se atreven a salir a
descubrir su identidad transgrediendo, eso de “ ser únicamente para los otros”
y nunca, “ser para sí”, que Simone de
Beauvoir explicó tan acertadamente en su
libro “El segundo sexo”.
Esta mujer tiene
que estar muy agradecida con su marido porque le dio permiso de trabajar:
“mientras no descuides la casa, mi amor,
tus obligaciones y me des mi lugar... puedes hacerlo; mi reina”. La aportación a la economía doméstica “es lo
de menos”. Ella quería realizarse ¿no? Pues adelante. Su jornada diaria ya no
es de únicamente de tres turnos, como cuando “no trabajaba”, que en el lenguaje
domestico se traduce como: “cuando no recibía salario por hacerlos”; ahora,
después de que en el trabajo tiene que esforzarse cinco veces más que los
hombres para estar constantemente probando ante los jefes y sobre todo ante ella misma, que
es inteligente, eficiente y eficaz; que tiene que salir ilesa de las agresiones
y zancadillas que pueden provocar el miedo de sus compañeros varones ante el
peligro de perder el puesto, y estar
confirmando constantemente ante las mujeres que la rodean de que no alcanzó el trabajo por medio de unas
sábanas... ¡uf! ¡Resulta verdaderamente agotador! Descubre que eso es solo el
principio. Ella quería liberación ¿no? ¡Órale! El que salga a trabajar no le
quita que la casa sea su responsabilidad. ¿Qué no? El cambio de los zapatos de
tacón de funcionaria, por las chanclas,
dan inicio al segundo turno. El marido llega cansado del trabajo ¡pobre! así
que cómodamente se sienta a ver televisión. Ella, después de revisar tareas,
preparar la cena, lavada de dientes y dar el besito de las buenas noches a los
hijos, llega al tercer turno, en el que nuevamente hay cambio de vestuario por
algo más sugerente, ya que el señor, descansado, espera encontrar un poco de
relax a las tensiones del día y la mujer debe de estar glamorosa para no ser
cambiada por una vieja menos fodonga. El cuarto turno se da a veces, no
siempre, cuando un sonido extraño
surge del cuarto de los niños y
despierta al marido, quién invariablemente se voltea y dice: “Vieja, vieja, ahí
tose tu hijo”.
Cuatro turnos y un
estigma impreso en la frente ganado a pulso: la mujer es la culpable de todo.
El género en la
vida diaria se lee de muchas maneras. A las niñas no nos dejan jugar con
carritos y terminamos siendo choferes; a los niños les prohíben jugar a la
casita y a las muñecas. Desde pequeños, mamá y papá, les enseñan,
que jugar a “la casita” es actividad menor, corren el riesgo de volverse
mandilones; que jugar con muñecas, es cosa de niñas, de nanas; claro que luego
crecen, son papás, y no saben manifestar la ternura.
A la mujer se le
permite llorar sus penas en el hombro de una amiga. El hombre se tiene que
poner “hasta atrás” para que dando un fuerte golpe en la espalda del sujeto de
su afecto, diga: “Compadre del alma, se
le aprecia, compadre”. Porque si lo
dice en frío, en seco, podría ser considerado “poco adecuado”; ser tomado como
una invitación... “peligrosa”.
A los niños no les
permitimos llorar; es más, queda muy claro que si llora es “mariquita sin
calzones, se los quita y se los pone”. A la niñas se les enseña a parecer
tontas... “A los hombres no les gustan las mujeres inteligentes -nos dicen las
abuelas-, dile a tu marido siempre que sí... y luego has lo que quieras;
después de “aquellito”, puedes pedirle todo”.
Curiosamente,
tanto a hombres como a mujeres, nos controlan la expresión de los sentimientos:
a los amigos, les podemos manifestar nuestro afecto el 14 de febrero, el 10 de
mayo es el altar máximo de la mamacita; patrióticos, solo el 16 de septiembre;
nostálgicos, el 24 de diciembre, desmadrosos en carnaval.
Apenas comenzamos
a llorar nos calman, generalmente con un dulce, por lo que más tarde aprendemos
a asociar la comida con calmar el dolor y la ansiedad. Si estamos alegres y
elevamos el tono de nuestra voz, nos tranquilizan con un ¿qué te pasa? ¿qué
tomaste? Es así como aprendemos a llorar únicamente en los velorios, a reír y
cantar en las fiestas y para sentirse parte del clan, todos muy juntitos,
gritar en un estadio: ¡gooooool!
Terminamos los
adultos amarrados como las estatuas de marfil: sin una mano, sin la otra; neuróticos
públicos, serios y aburridos; cuerdos amarrados a mil cuerdas; insatisfechos
y aterrados por “el que dirán...” todo
lo anterior como símbolo de nuestra madurez.
¿Es eso lo que
queremos? ¿Es esto a lo único que podemos aspirar? ¿Es éste el camino que nos
lleva a la felicidad, objetivo y meta de todo ser humano?
Es muy poético
pensar en la mujer como la guardiana de las rimas, de las canciones, las
leyendas y delicias culinarias, de los remedios caseros y los consejos de las
abuelas... si es así, ¿por qué estamos permitiendo que nuestra memoria se
diluya? O sea que a final de cuentas, vendemos nuestra herencia por un plato de
lentejas; la realidad es que como custodias de la cultura hemos perdido el
rumbo, en lugar de conservar y promover algo bueno que nos beneficia a
todos, como es el conocimiento y orgullo
de nuestras raíces, preservamos algo que durante siglos nos ha lastimado tanto
a los hombres como a las mujeres: “El machismo”. ¿Qué tanto somos nosotras las
que seguimos dañándonos al educar a los varones de una manera diferente que a
las niñas? “Anda, atiende a tu hermano”. Los hacemos frágiles al no aprender a
atenderse a ellos mismos; los hacemos golpeadores al no permitirles expresar sus sentimientos;
los hacemos egoístas al hacerlos sentirse reyes, que todo se merecen; los hacemos unos pobres
diablos que no saben manejar sus frustraciones y fracasos... y después, cuando
entre lágrimas y silencios sufrimos abnegadamente las consecuencias, como se espera
de una buena mujer, apuntamos con cuidado, sin omitir ninguno, todos los
detalles en el libro de los rencores, y llegado
el momento cuando el hombre está de bajada, pasamos la factura a él, a
nuestros hijos y a todos los que nos rodean. Como que no se vale ¿no? ni por
ellos, ni por nosotras mismas. ¿Quien ganó? Todos salimos perdiendo.
Frente a la
realidad de que no nos estamos entendiendo, de que no somos felices, tenemos
que replantearnos todo: la vida y la cultura, las reglas del juego. Al hombre
tendríamos que enseñarle a atenderse a sí mismo, a expresar sus sentimientos y
a compartir; a ellas, a darles alas y sueños, que ejerciten más su cerebro y
que tengan los medios para ganarse el pan; de esa manera ninguno de los
dos tendrán que casarse, sino que, en
caso de hacerlo, lo harán con toda conciencia, libertad y deseo de
compromiso, en igualdad de condiciones.
¡habrán elegido un complice!
Reconozcamos que
somos seres humanos que merecemos respeto y por lo tanto en igualdad de
condiciones, participemos en la construcción de un mundo más justo para todos,
sin distinción de raza, género y clase social.
Atrevernos a
preguntarnos esto, puede ser el inicio de todo.
Sí, el cambio
requiere trabajo, dedicación, esfuerzo, estudio, disciplina, compromiso, pero
ya lo hemos hecho antes y lo podemos volver a hacer. Que esa mujer del inicio
de los tiempos, que tuvo el interés, la curiosidad, y la tenacidad de descubrir
el fuego para mantener la cueva calientita para sus cachorros, siga en nosotras
encendiendo el fuego que calienta esta inmensa cueva universal que es el
Planeta Tierra; pero que comprenda que
la búsqueda del bienestar de la familia y el servicio comunitario, no está reñido con el ejercicio de la
inteligencia y del ser para sí; que tiene todo el derecho de responderse
preguntas y desarrollar sus otros potenciales antes vedados a su género; que ese hombre que, dispuesto a morir si era
preciso, ideó la forma de proteger a su
familia de los peligros del exterior, se atreva a enfrentar los peligros del
interior que hoy en día lo asechan: la devaluación de si mismo, la apatía,
indiferencia, inmovilidad... insatisfacción y el miedo; que recupere el derecho
de conocer y manifestar sus sentimientos tanto del clamar por la justicia como la de bucear y
extraer del fondo de su corazón la ternura para compartirla, a sabiendas que
esta manifestación no lo mina en su hombría sino lo fortalece en su esencia de
ser humano; que recuperemos el deseo de reencontrarnos a
pesar de las aparentes dificultades y diferencias, y que ese deseo nos impulse
a buscar los medios, las formas, los canales e instrumentos de comunicación
para ponernos de acuerdo sobre la manera de inventar juntos este milenio nuevo,
el día hoy.
¿Cómo queremos que
sea nuestra vida? ¿Qué esperamos uno del otro? ¿Qué tenemos que hacer para
encontrarnos a la mitad del camino?
Esto me recuerda a
una mujer que me contrató para cerrar su convención y me pidió expresamente
dijera la poesía con la que comencé y que se encuentra en un libro que aún no
he publicado titulado: “Acompañando la espera”. A punto de iniciar, vi que la
mitad de auditorio eran hombres, así que comencé diciendo: “Hija mía, hijo
mío... te regalo la palabra”. Más tarde, la mujer me reclamó diciendo: ¿Por qué
dijiste hijo mío si el poema dice hija mía? Porque el hijo mío -respondí- no
tiene la palabra y mientras no la tenga, no nos vamos a entender.
Así pues, como
cierre de esta intervención, tanto a hombres como a las mujeres, quisiera
regalarles la palabra. La palabra nos libera, nos comunica, nos enlaza, nos
purifica, nos sacude y acaricia; la palabra nos hace hombres y mujeres, nos diferencia
de los animales. La palabra y sólo ella nos permitirá encontrarnos a la mitad
del camino cuando cada uno de nosotros tengamos la libertad y el valor de contar nuestra parte de la historia.
Hija mía, hijo
mío:
te regalo la
palabra.
Que tu sí,
sea así,
si tu lo quieres;
que tu no,
sea no,
por tú decisión.
Que tu quiero,
sea !quiero¡
y no por favor...
que tu no quiero
sea !no quiero¡
y no tengas por
ello
que pedir perdón.
Hija mía, hijo
mío:
te regalo la
palabra,
nos ha costado
sangre
conseguirla
y se que tus
abuelos,
sus padres
y toda nuestra
dinastía,
por tenerla,
han dado la vida.
Hay quién dice que
el culpable de todos nuestro males, es el matriarcado que reinó durante el
paleolítico; otros autores aseguran que fue el patriarcado el que en su deseo
de mantener la propiedad privada, de generación en generación, y la seguridad
sobre la legitimidad de los herederos, inventó el matrimonio y a la mujer la
educó para que encontrara únicamente su realización siendo madre; la llenó de
hijos y de miedos y la encerró en su casa protegida de las tentaciones del
mundo.
No se trata de
buscar culpables, francamente, ya son bastantes las culpas que cargamos sobre
nuestros hombros con mucho dolor y sin sentido.
La verdad es que, tanto las mujeres como los hombres, nos sentimos solos
y cuando hemos logrado entendernos, la pasamos muy, pero muy bien juntos. Así que, por qué no en vez de echarnos, como
siempre, la culpa unos a los otros, nos atrevemos a encontrar juntos las respuestas
a las preguntas universales que son: ¿Quién soy? ¿A dónde voy?, ¿Quiénes
somos?, ¿A donde vamos? ¿Es este el camino que nos lleva a la felicidad? ¿Vamos
juntos o cada quién por su lado? ¿Será que algún día nos podamos encontrar a la
mitad del camino?
Sin otro objetivo
más que el que algún día nos logremos comunicar, entender... continúo con estas reflexiones para intentar
comprender el tema que nos pidieron desarrollar: mística familiar.
¿De donde viene
nuestra información? ¿Quién decide qué tipo de educación conviene a la
población? ¿A quiénes les benefician los grupos de fanáticos como los Hooligans
futboleros?
Se dice que la
formación la mamamos. ¿De que fuente? La ventaja de ser juglar de los caminos,
es que uno anda de aquí para allá, ve esto y aquello, reflexiona, medita;
comparte con otros que como ella se atreven a preguntar; el poeta es voz de los
sentimientos de los pueblos y puede acertar o equivocarse, pero sabe que el
errar permite descubrir que por ahí no era el camino. Continuamos pues.
El Excelentísimo e
ilustrísimo D. Antonio Cloret en su libro “Camino recto y seguro para llegar al
cielo”, publicado en Barcelona en 1887 y cuyo ejemplar fue regalado a su hija
por don Anselmo Duarte, mi tatarabuelo, en Mérida Yucatán el 24 de Noviembre de 1889,
sigue haciendo eco y ruido en algún cajón de nuestra memoria genética; por lo
menos marcó a mis tres generaciones predecesoras: la bisabuela, la abuela y a
mi madre, que gracias a la libertad interior de mi padre y con mucho esfuerzo,
no salió tan maltrecha, a pesar de haber sido programada para continuar la
cadena de dolor de vivir en este “valle de lágrimas”.
En el capitulo:
“Obligación de varios estados”, quisiera mencionar algunas obligaciones de los
maridos y las esposas que me llamaron poderosamente
la atención, pero sobre todo me llenó de pena darme cuenta de qué tipo de relación se lograba alcanzar
con semejantes términos.
OBLIGACIÓN DE LOS
MARIDOS:
Amar a la mujer
como Jesucristo a la iglesia.
Dirigirla como a
inferior
Tener cuidado de
ella, como guarda que es de su persona.
Mantenerla con
decencia.
Sufrirla con
paciencia.
Asistirla con
caridad.
Corregirla con
benevolencia.
OBLIGACIONES DE
LAS ESPOSAS:
Apreciar al
marido.
Respetarle como a
su cabeza.
Obediente como a
superior.
Ayudarle con
reverencia.
Contestarle con
mansedumbre.
Callar cuando está
enojado, y mientras dure el enfado.
Soportar con
paciencia todos sus defectos.
Repeler toda
familiaridad.
“Hay que sufrir
para merecer”, decía mi abuela, pero yo... ¡francamente! si para llegar al
cielo tengo que padecer este camino “recto y seguro”, prefiero quedarme con el
de “La Bamba” que tiene una “escalera grande y otra chiquita y arriba y
arriba...”
Ayer, se nos dijo:
“Cómete eso, más vale que te haga daño a que se tire...” Y francamente, ante a esa consigna tan
apabullante y estúpida... hoy quiero
replantearme todo.
A los niños
varones, hay que enseñarles desde chiquitos a atenderse a sí mismos, que
ninguna de las tareas de la casa les sea desconocida, eso da libertad; hay que
darles la oportunidad a ser capaces de expresar sus emociones y sentimientos,
de asumir sus frustraciones, de aprender a estar solos y no depender de nadie.
De ser así, cuando crezcan no tendrán que casarse para buscar quien los
atienda, para tener a alguien a quien gritar o darle un golpe porque no saben
decir: “tengo miedo”. Que no necesite de una mujer que a la siete de la noche
salga “volando” de donde esté para
llegar a su casa antes que su marido, pues el “pobrecito” no sabe estar
solo.
A las hijas hay
que enseñarles a mantenerse, a tener la posibilidad de ser independientes
económicamente; a respetarse como
personas, a expresar su desacuerdo y sus opiniones; a elegir y asumir las
consecuencias, a ser responsables de sí mismas para que no se “tengan” que casar, para que no “tengan”
que buscar a alguien que las mantenga y vivir agradeciendo cada par de medias;
o decir con pena que ellas no trabajan, que sólo son amas de casa;
administradoras del hogar, del corazón y ocupaciones múltiples, sin contar las
nocturnas, claro, que, ¿por qué no
decirlo? Algunas veces son por gusto, otras con disgusto y la mayoría de las
veces sin pena ni gloria porque realmente lo que ella quería era sentirse
amada, reconocida, apreciada y cuando llega el momento de la ternura y la
intimidad, el señor ronca profundamente a su lado. Que nuestras hijas no se
tengan que casar para desligarse de la responsabilidad de ellas mismas y se
busquen, para tener el resto de la vida, la excusa de que “no son felices
porque su marido no les da permiso”.
Sí, que ni
nuestras hijas, ni nuestros hijos se tengan que casar; que nadie se tenga que
casar por obligación, por presión social, por rutina; porque eso es lo que
toca; porque las abuelas decían: “M’ hijita, más vale pájaro en mano que ciento
volando; mejor divorciada que soltera, por lo menos ya le demostraste a la
gente que eres mujer”.
Qué decir de los
muchachos solos. Si no está bien visto una “quedada”, un solterón es cosa
terrible. “A ella, la pobre, no hubo quien le hiciera el favor” Pero... ¿y a él?
No. Que nadie se
tenga que casar, porque el matrimonio es una vocación, una elección y a nuestro
alrededor existen demasiados contratos mercantiles de soledades compartidas S.
A. de C. V. en números rojos.
Que nuestros niños
que se casen, lo hagan porque descubrieron a un cómplice con quien compartir la
vida para ser felices. Que llegado el momento, decidirán ellos y sólo ellos
cómo va a funcionar su pareja; cómo se integrara su familia y entre los dos a
partir de sus capacidades, como parte de su proyecto de vida, decidirán si van
a ser padres o si no están capacitados para serlo; digan lo que digan los
demás.
El objetivo de la
vida es ser felices; con el paso de los años hemos descubierto que para serlo,
hay que conocernos mejor, aprender a apreciarnos y a querernos a nosotros
mismos; este conocimiento nos permitirá salir al encuentro de la necesidad del
otro para participar en la transformación del mundo.
¿Quién es esa extraña que vive debajo de mi piel? La única manera de
saberlo… es averiguarlo. Aprender a llamar a las cosas por su nombre, atreverse
a hurgar e investigar; el miedo paraliza, pero no hay nada peor que imaginar lo
que en realidad puede ser únicamente eso, imaginaciones truculentas.
Después, con toda
la libertad del mundo tendríamos que ser capaces de sentarnos a escribir
nuestro credo. En esto creo hoy, mañana será otro día, pero por lo pronto,
debajo de mi piel, hoy existo yo.
martes, 6 de agosto de 2013
"De dulce, de sal y de manteca". Congreso Lectura: Para leer el Siglo XX, Habana, Cuba 2007
ACIERTOS,
DESCONCIERTOS Y DESACIERTOS
DE LA LITERATURA PARA NIÑOS Y JOVENES
DE DULCE, DE SAL Y
DE MANTECA
La Habana,
Cuba Octubre
2007
Margarita Robleda
Moguel
Había una vez,
había una y mil veces… mil y una vez; habían tantas y unas veces, desde el
comienzo de los tiempos, en los que, los y las Sherezadas del mundo, han
sorprendido, arrullado, liberado, impulsado, fortalecido, iluminado,
entusiasmado y cautivado a los habitantes de este planeta, con las historias
que ellos mismos se inventaron para explicarse el mundo; para enfrentar los
miedos, para educar, abrir ventanas y llenar de luz y de sorpresas las grises
rutinas diarias que nos roban la risa y el aliento de vida.
El titulo de la
mesa, “Aciertos, desconciertos y desaciertos…” me recuerda una ponencia que
presente hace algunos años en un encuentro de escritores en San José de Costa
Rica: “El amor, el humor y el horror en los cuentos para niños” donde apuntaba:
El amor, el humor y el horror, es el barco que me lanza a navegar por
estos mares inciertos. El amor al
trabajo para niños y niñas es la base, el sentido; el inició y el fin; el motor
y el vehículo: la razón. El humor, porque sin él, la vida sería triste, y la
tristeza tiene que ver con la muerte, el aburrimiento, la desidia; la
solemnidad hueca, estéril. Con el humor puedo tocar todos los temas y la risa
franca y abierta permite que me cuele por los distintos laberintos sin colador
que razone si puedo o no, si debo o quizás... no debería. Y por último, el
horror es el acicate que me hace trabajar. Me da horror pensar en el tipo de
niños y niñas que están creciendo alimentados por tanta frivolidad y violencia;
donde lo que importa es la abundancia en la cuenta bancaria y lo más valioso
tener que ser; dónde pareciera que los seres humanos son capaces de aceptar la indignidad
con tal de alcanzar sus cinco minutos de reflectores.
Me da horror pensar en un mundo engullido por la NADA
que, ese maravilloso profeta al que recordaremos hoy y siempre, Michael Ende,
visualizo tan bien. Basta ver la pobreza y vulgaridad de la televisión, en
muchos casos, único vehículo informativo, ¿deformativo? educativo: tantísimos
canales en cable y nada que ver. Horror, que las fabricas se traguen
nuestros bosques y nos den a cambio flores de un día en forma de libros donde
nos venden, impunemente, como ser, en cinco minutos, flacos, felices y ricos.
Horror que nuestras aguas se llenen de basura gracias a nuestra ansiedad consumidora
y que las fronteras que debimos haber derribado, por la relación entre los
hermanos, desaparezcan ahora en favor de franquicias internacionales, diluyendo
las diferencias que nos enriquecen, unificándonos a su semejanza y beneficio.
Así pues, en esta ocasión, decidí tejer un poco de
todo, como en botica, y presentarles unas de dulce: que son las que nos
encantan y animan, otras de sal que nunca falta, y un poco de manteca para que
resbalen todas mejor. Y así, a pesar de las de sal, a pesar de las chile,
incluso con o la ausencia de las de dulce, continuemos en esta locura de
contagiar a todos los que nos rodean, y a también a los que no, con el placer
transformador de la palabra.
¿Qué sería de
nosotros, de nosotras sin un Julio Verne, un Emilio Salgari, Mark Twain,
Perrault, Andersen, Hermanos Green, ¡Sin la edad de oro de José Martí!? Entre
otros.
Para mí, Luisa May
Alcott fue trascendental. El personaje de Jo, de su novela Mujercitas, me
permitió vislumbrar caminos muy diferentes a los que la costumbre social me
imponía. Me dio permiso a ser distinta, a buscar e inventar mi senda, a luchar
por ser yo misma.
Los niños nos
apropiamos de todos aquellos cuentos que los Hermanos Green y Perrault
pepenaron en la memoria colectiva. Historias que surgieron en esos inviernos
eternos de Europa alrededor del fuego, donde las historias de lobos que se
alimentaban de niñas con caperuzas, de príncipes que enfrentaban toda clase de
monstruos y dragones para alcanzar sus metas, de princesas, cuya belleza, permitía
a las aldeanas, sobrevivir la dura realidad; hadas madrinas que los llenaban de
esperanza; su vida diaria les decía que por más que hicieran nada podía
cambiar, quizás con un poco de suerte y una ayudadita mágica… alcanzarían el
triunfo de sus heroínas y héroes.
En los últimos años
la civilización se fue haciendo mayor y en cada país surgimos ¡los atrevidos!,
que sin importar que aun hoy en día, en muchos de nuestros países se le
considere genero menor..., “mientras aprendes a escribir algo serio y
trascendental”, los y las escritoras hemos idos tomando terreno y nuestras
historias, rimas y poemas andan, sin pedirnos permiso, circulando por el mundo.
Ahora los niños y las niñas, los jóvenes, tienen una mayor variedad y
oportunidades de elegir espejos donde reconocerse, ventanas a las cual
asomarse; herramientas para enfrentar fantasmas; fuentes para alimentar su
vocabulario, su horizonte: sueños. Hoy en día tenemos revistas literarias,
congresos, diplomados y encuentros, como este espacio maravilloso que con tanto
cariño y talento prepara nuestra amiga Emilia Gallardo y su equipo para que nos
encontremos los interesados en el tema; los locos, según algunos, que con
nuestro gran talento, en lugar de llenar nuestros arcones produciendo jingles
comerciales, exprimimos nuestras neuronas para descubrir los “cómos”
acercar a los niños y niñas al placer de la lectura, al disfrute del
conocimiento.
Si algo tenemos en
común las y los presentes con los ausentes, que algún día se asomaran a estas
memorias, es la certeza sobre la importancia de la lectura en nuestros
pequeños. Como decía José Martí “Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente
en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y
triste”. Me pregunto qué diría el maestro de ver algunos materiales con el que
estamos alimentando a los cachorros de nuestra especie; a los que pasaremos la
estafeta de la civilización, en cuyas manos estaremos de ancianos... ¡gulp!
¡Brrr…!
Hoy en día, la meta
no es la obra maestra sino ser el best seller del momento. Pareciera que
el éxito de un libro, tiene que ver más con el aparato de mercadotecnia que con
su contenido. Algunos editores, bien podrían estar maquilando zapatos; diseñan
la envoltura, sin importar los interiores, a manera de libros objetos: producen
cosas bonitas, atractivas. Al no ser lectores, no comprenden que a los
pequeños les pueda interesar los garigoleos de las palabras, las ilustraciones,
la sorpresa de la trama… es por eso que aderezan los libros con juguetes para
llamar la atención y alcanzar su único objetivo: la venta. Conglomerados
internacionales que invierten sus excedentes en negocios productivos:
cosméticos, gimnasios, modas, libros... Todo en un mismo paquete, bajo una
misma regla: el éxito comercial.
Los autores estamos
inmersos en esta sociedad, no somos inmunes al canto de sus sirenas que nos
dice que lo que importa es lo inmediato: los laureles de gloria, aunque sea
efímera, y la cartera rebosante; y es así como aquellos, que no se tapan los
oídos, terminan naufragando su barco de sueños por espejitos y un puñado de
cuentas de colores, cambiando su herencia por un plato de lentejas. Es así que
hoy en día existen algunos autores maquileros de adrenalina. “Hay
que competir con los juegos de videos y los deportes extremos”. No confían o no
tienen el talento de un Poe para sugerir por lo que en sus historias abunda el catchup
y la violencia gratuita. Atentos al mercado, hoy son especialistas en “valores”,
mañana en dietas, y caen en la tentación de que alguno de sus libros alcance la
gloria anhelada, por lo que terminan escribiendo: “Descuartizado, por
casualidad, a la media noche”, o incluyendo en sus textos temas de pipi,
popo y pupu que bien sabemos, por nuestra tendencia rupestre, venden muy
bien. Ojo, no estoy en contra de los especialistas, ni con los que en su
proceso creativo se atreven a intentar distintas sendas; son los saltimbanquis
convenencieros que manosean y contaminan la literatura los que me causan este
desasosiego.
Les confieso que
como autora me siento absolutamente desconcertada. Tengo 101 libros publicados
en México, Colombia y los Estados Unidos. ¿Qué sigue? ¿Vale la pena seguir
editando libros? ¡Pobres árboles! ¿Para qué escribir? ¿Para ser famosa, para
ganar dinero, para vender libros? ¿Para acompañar…? ¿Para jugarse el todo por
el todo en esto de vivir el sino de vaciar el caudal sobre una hoja vacía?
Aunque no se publique, aunque no se venda, aunque no alcance a ser famosa.
Aunque… ¿Por dónde?
En la feria del
libro de Guadalajara, infinidad de bibliotecarias norteamericanas llegan con la
consigna de adquirir material en español para los niños y las niñas hispano
parlantes de su país. Muchas de ellas sólo hablan inglés. Invitadas, con gastos
pagados por la Fil., eligen los libros por sus portadas y tamaño. Dos cosas son
básicas: pasta dura y que sea novedad. Pero ¿cómo? les preguntaba: ¿cómo
quieres conocer mis novedades, si desconoces mis antigüedades? No son
hot cakes, tampoco "enchílame otra", como dirían en mi país. Por
ejemplo: me tomo años hilar los libros: “Paco, un niño latino en los Estados
Unidos” y “María, una niña latina en los Estados Unidos”. Durante mucho tiempo
estuve tejiendo los temas llenos de humor e información para fortalecer la
autoestima de los niños y niñas que son arrancados de su país, de su barrio, de
su idioma… trasladados a un país extraño, a una cultura diferente, en muchos
casos agresiva y discriminante para el que es distinto… pienso que es vital que
ellos sepan que están en su nuevo país con un enorme bagaje para compartir… y ahora
resulta que después de un par de años de estar circulando, sin el tiempo
suficiente para darse a conocer… ¿no son novedades?
“La vida es como
todas las cosas, que no se deben deshacerlas sino el que pueda volverlas a
hacer”. José Martí.
Quizás no debería
intentar deshacerla porque estoy segura de no ser capaz de volverla a hacer,
pero es que hace tiempo que perdí la inocencia y me duele ver que seguimos
inculcando en nuestros pequeños las historias que tanto dolor nos han
infligido. Desaciertos que se repiten y continúan llenando de miedo y tristeza
nuestros corazones; de falta de aceptación de nuestra realidad. Soy consciente
de que estas historias son parte de nuestro bagaje universal, que nos
conmovieron, que en su momento nos hicieron soñar. Lo que me impacta es ver a
señoras y señores en la ya dorada edad que se quedaron atorados y siguen
soñando con príncipes y princesas, con
sus vidas, amores y desamores y están enteradísimos de todos sus movimientos
gracias a mal llamadas revistas del corazón.
Ojo, estas reflexiones no son dogma de fe,
únicamente preguntas que me hago y les
comparto en mi calidad de Doctora en Cosquillas Verbales y Besos de Rana que se
encuentra haciendo una Maestría en la Pepena: pepena ideas, adivinanzas,
suspiros y sueños.
Comencé a escribir
cuentos para los pequeños, cuando “desperté” y caí en cuenta de algunos puntos
básicos de los cuentos tradicionales. Las mujeres, en su mayoría, son mansas y
mensas. Cuando jóvenes retrasadas mentales, con perdón de las personas con capacidades
diferentes, y cuando viejas, cuando alcanzan el conocimiento y la sabiduría,
las queman por brujas. Son tan grises que carecen de nombre. ¿O alguien sabe cómo
se llaman Cenicienta, Caperucita, Ricitos de oro? No es raro entonces, que las
mujeres terminemos siendo la mamá de Juanito, la hija de don Pedro, y la esposa
de don Juan. Es tal mi rechazo a esa aceptación tan tacita de ser la Sra. de
Pérez, así, sin un Elvira previo, que hace unos días, en una boda, le dije al
fotógrafo: por favor le pone: “Margarita Robleda Moguel, de ella misma”.
¿Por qué los
príncipes tienen que ser azules…? ¿Y si me gusta uno café, uno verde, tal vez
morado por lo enamorada que estoy? Con excepción de Blanca Nieves y su cabello
negro, las princesas vienen en paquete de belleza europea: caireles de oro,
piel de marfil, labios de rubí y ojos azules como lagos. ¿Dónde quedaron
nuestras pieles canelas y ojos de noche estrellada de nuestras latitudes
latinoamericanas? No somos de hueso largo, más bien las redondeces de nuestros
cuerpos propician unos abrazos sabrosos. Las… ¿heroínas? esperan ser salvadas
por su príncipe. Lo mamamos, no hay de otra. Aun hoy en día, esperamos que
alguien más allá de nosotras mismas,
solucione nuestros problemas, se responsabilice por nuestras acciones,
se comprometa con nuestra felicidad. ¿Por qué Cenicienta, a la que según parece
le gustaba tanto las labores domésticas, no se fue de sirvienta a la casa de a
lado, donde además de apreciar su trabajo seria remunerado? A los príncipes
tampoco les va bien. No pueden dudar, no se pueden equivocar, ¿llorar? ¡Ni de
casualidad! Quizás por eso tengamos que sufrir, ellos como nosotras, tanto
Rambo suelto. Qué agotador debe ser andar siempre con la armadura puesta; ser
aceptado únicamente por tu capacidad de vencer dragones. ¿Y qué hay con las
ternuras del corazón? ¿Se bajara algún día del caballo?
¿Y qué con eso de
que vivieron muy felices? ¿Será que le echaron ganas todos los días? Frase que
habría que añadirle a los finales para no crear expectativas vanas. ¿O lo
fueron, porque en realidad el príncipe andaba todo el tiempo coleccionando
hazañas para presumir a sus amigos y cuando venía al castillo, a saludar, todo
era novedad y fiesta? Me pregunto qué tanto de los que viven con el sueño de
ganarse la lotería, no están esperando a su hada madrina que venga a
solucionarle los problemas, a resolverles la vida.
¿Somos conscientes de nuestros contenidos?
¿Responsables? Hace algunos años, en un congreso de educación prenatal y
temprana en esta ciudad de la Habana, en mi ponencia: “Educando con canciones
cuentos, reflexionaba:
“De tín marín,
de do pingüe, cucara macara, títere fue. Yo no fui, fue Teté, pégale, pégale
que ella fue.”
¿Cuántas veces habremos jugado a este sorteo? Rimas
como esta, nos conectan automáticamente al inconsciente, por lo menos eso dicen
los expertos... y creo que tienen razón: es tal nuestra inconsciencia que ni
siquiera nos damos cuenta de lo que proponemos al seguir cantando, jugando y
educando de generación en generación: “Yo no fui fue Teté, pégale, pégale, que
ella fue”. O sea que además de soplón, provocador.
“Tortitas de manteca para mamá que está contenta,
tortitas y tortones para papá que da tostones”. Mamá está contenta ¿de qué?
Papá es solo un proveedor y pareciera que de eso depende su calidad de padre. A
mamá hay que pedirle cariño, atención, mimos; a papá tostones que traduciendo
para las nuevas generaciones, eran monedas de 50 centavos. ¿Qué tal si le
cambiamos a “tortitas de maíz, para papá que está feliz?” ¿Lograríamos algo
diferente?
¿Y qué me dicen de “A la rorro niño, a la rorro ya,
duérmase mi niño duérmase me ya, porque viene el coco y te comerá?”
Inconsciencia colectiva, inconciencia popular,
inconscientes nosotros y nosotras que desde la cuna llenamos de miedos a los
que según esto: amamos. Miedos que se convierten, se transforman, se diluyen y
se pierden en los laberintos de la memoria y se confunden en sus paredes y
redes y se juntan con estos de aquí y aquellos de allá, crecen y se multiplican y se traducen en fobias
y terrores que nos acompañan y manifiestan en violencias, sin ton ni son, porque no tenemos conciencia
clara de su origen ni razón. Nuestros niños y niñas están enfermos de miedo, de
ruido, de violencia y desesperación: de falta de esperanza. Hollywood, nos ha
contagiado del virus, se ha encargado de decirnos que no hay futuro, ¿o Uds.
han visto alguna película en la que se nos presenta algo más o menos atractivo?
Cuándo los adultos están juntos... ¿qué hacen? ¡Se quejan! Compiten por
alcanzar la presidencia vitalicia del “Sufridor más sufrido”. Olvidamos que los
niños y las niñas están atentos y escuchan: aprenden, se contaminan.
Tito tito capotito,
sube al cielo… ¡y pega un grito!
Hoy me
toco ser Tito Capotito, subirme al cielo y pegar un par de gritos de alarma. Y
es que parte del privilegio de los “marcianos”, según algunos, de todos
aquellos que nos dedicamos a escribir cuentos para niños y niñas, de los que
apostamos por la educación. Junto con pegado, tenemos la capacidad de ver más
allá de lo inmediato. Nuestros ojos son capaces de vislumbrar las posibilidades
y los grilletes, las cumbres y los abismos. Alumnos todos de Julio Verne, de
José Martí, tenemos la habilidad de ver el futuro, y cual profetas: predecir.
¡Adelantarnos a los tiempos! Mientras más limpio sea nuestro espejo, más nítida
será la imagen del que se mire en él; más proyección de sí mismo podrá
vislumbrar. Ante la realidad mundial que pareciera atropellarnos, nos toca
responder con las “armas” con las que hemos sido dotados: inteligencia,
creatividad, talento, arrojo, ¡compromiso! Hoy Cuba nos reúne a reflexionar y
proponer. La presencia de compañeros y compañeras de tantos países me dice que
son parte de la búsqueda y propuesta de su entorno. En España, María Milagros
Montoya da a luz a la editorial Sabina para ofrecerle a las y los alumnos de
secundaria lecturas significativas. En México, un grupo de locos y locas,
físicos, matemáticos, educadores, narradores orales y escritores, respondimos a
la invitación de una loca mayor, Nora Gómez y yo, somos parte de la Asociación
Civil, Efecto Creativo que está iniciando el trabajo con los y las maestras de
preescolar y educación primaria para rescatar, proponer, reafirmar, fortalecer
la curiosidad, el placer del conocimiento y la lectura; para pasar la estafeta,
al que la quiera recibir, del sueño de un mundo mejor, más divertido y humano,
más justo y alegre. Como bien dice nuestro amigo el físico Roberto Saavedra,
seamos hombres y mujeres del renacimiento. Reflexiono: ¿Será que la modernidad
ya dio todo lo que tenía que dar? La crisis, se encuentra en todos los rincones
del planeta, en todos los ámbitos: educativos, sociales, económicos,
ambientales, éticos, culturales, etc. Podemos ver la crisis como derrota,
también como reto: quizás como el
momento ideal para romper paradigmas y reinventar el camino: para renacer.
La
presencia de todos Uds. me llena de esperanza. No estamos solos. Como dice la
canción del poema de Benedetti: “En la calle codo a codo somos muchos mas que
dos”. Gracias Emilia por reunirnos a reafirmar y alimentar nuestra alegría, a
estrechar lazos fraternales y solidarios con los nuestros; estoy convencida, de
que los locos se juntan con los de su especie... y en eso: ¡cada quien! En este
banquete de ideas, algo se nos tendrá que ocurrir para llegar a la próxima
etapa; porque en este rally que es la vida, que yo sepa, nadie tiene el
itinerario completo. Quizás descubramos que no necesitamos una editorial que nos
publique, que el Internet nos ofrece espacios por inventar, para construir; o
que si nos publican, podamos diseñar maneras de difusión diferentes a las luces
de neón, la estridencia, y las “novedades” de un día; alianzas solidarias que
diluyan las fronteras y nos enriquezcan a todos.
Lo
importante es que ¡la literatura gane! Que el contenido sea superior al envase,
que el objetivo no sea parecer sino ser. Tontos no somos, hemos llegado hasta
aquí y, si bien nosotros le damos a la literatura… en retorno: los cuentos para
los niños y las niñas, para los jóvenes, son el mejor antídoto contra la vejez
y la muerte: nos mantienen juveniles, curiosos, atrevidos… ¡Vivos! Que el ingenio que explayamos en cada
historia, nos permita vencer los retos y alimente nuestra alegría. No estamos
solos, entre todos, ¡algo tendremos que inventar!
Y
bueno, como autora y cuenta cuentos no puedo concluir sin compartir con Uds.,
mis hermanos y hermanas de vocación, una rebanada de mi pastel.
INQUIETUDES DE UNA
RAYA,
Una
raya rayada, cansada de sentirse raya soñaba con ser círculo. Se sabía tan
recta, tan plana, tan sin chiste... que salió de su espacio en busca de respuestas. Por el camino descubrió a un
ángulo.
-Hola
-saludo la raya- ¿quién eres?
-Me
llamo ángulo, me parece que somos algo así como parientes. ¿A donde vas?
-Quisiera
aprender a ser círculo. ¿Podrías enseñarme tú?
-Me
temo que no se nada de eso, pero si quieres, te puedo enseñar a ser ángulo.
-¿Ángulo?
-Lo
único que tienes que hacer es doblarte a la mitad... ¡Así! Si tienes 90 grados, te llamarán ángulo
Recto, si tienes menos serás Agudo y si tienes más grados que estos, tu nombre será Obtuso. ¿Ves que divertido?
-La
raya sin pestañear siquiera, seguía todas las indicaciones.
Al cabo
de un tiempo de ser Recta, Aguda y Obtusa, decidió que no era suficiente. Ella
quería ser círculo, y eso es lo que iba a ser, por lo tanto decidió seguir su
camino. El Ángulo le deseó buena suerte
y le recomendó visitar al primo triángulo, tal vez él sabría.
A éste
se lo encontró encantado de la vida tocando en una orquesta.
-El
ángulo me dijo que vendrías. La verdad es que yo no se nada de círculos, pero
si quieres te puedo enseñar a ser triángulo.
-¿Qué
tengo que hacer?
-En vez
de doblarte en dos, ahora deberás hacerlo en tres partes. Si tus lados son
iguales que tu base te llamarán Equilátero...
La raya
sudaba grados para seguir las indicaciones de su maestro.
-Puedes
ser Isósceles, Trapecio... Anda, se vale probar lo distinto. No temas
equivocarte, lo único que descubrirás con eso, es que no era por ahí.
Busca, poco a poco irás afinando tu
propia voz.
Al cabo
de un tiempo, la raya comprendió que a pesar de lo interesante que resultaba
ser triángulo... no era del todo suficiente.
-El
triángulo comprendió su desasosiego y le sugirió visitar al cuadrado... tal vez
él sabría.
El
cuadrado resultó muy serio, muy cuadrado, muy formal, muy licenciado.
-El
triángulo me dijo que vendrías, que quieres ser círculo; no sé... has probado
tantas cosas que ahora tu cuerpo y tu mente son más ágiles y flexibles... tal
vez si tu cabeza toca a tus pies... pero qué digo. ¡Coff, coff! –tosió. ¡La
ciencia es algo serio!
-Si mi
cabeza toca a mis pies...
La raya
se fue dejando atrás al cuadrado con su
confusión.
De
pronto se topó con una naranja, fue tan de repente que enmudeció por la
emoción.
-Hola
-saludó la naranja.
La raya
la miraba totalmente extasiada. Si tu
cabeza toca a tus pies parecía escuchar a los lejos.
-¿Sucede
algo? -preguntó la naranja preocupada.
-¡Eres
tan hermosa! -logró balbucear.
-Gracias
-respondió la naranja con un airecito de flor de azahar- ¿puedo hacer algo por
ti?
-Me da
mucha pena...
-Anda…
pide lo que quieras.
-¿Te
puedo abrazar? -preguntó la raya zigzagueando por la emoción.
-¿Abrazarme?
-respondió la naranja con las mejillas anaranjadas de rubor.
-¡Si!
-exclamó la raya. Con tu abrazo podré ser lo que siempre he soñado… ¡Círculo!
Sin ti, soy una raya sin gracia ni
chiste.
-Vaya
-dijo la naranja- me alegra mucho poderte ser útil.
La
naranja se quedó quietecita mientras la raya comenzó a alargarse, alargarse,
alargarse... tanto, que logró abrazar a la naranja. “Si tu cabeza toca a tus
pies... –rezaba- ¡pondrás el mundo al revés!”.
Al fin
lo había conseguido. Se despidió de su amiga dando maromas de puro gusto; ésta
soltó de emoción una lagrima de jugo de naranja.
Cómo
círculo conoció la redondez del mundo, el espacio sin límites y la libertad.
Fue entonces, cuando comprendió todo.
-Yo que
me creía tan pobre, tan plana, tan llena de miedos, tan sin chiste... he descubierto que hay en
mi todas las posibilidades del universo. Si quiero puedo ser un triángulo y
participar en una orquesta; incluso puedo ser un garabato… ¡se vale equivocarse!
o tan largo como una carretera... entre todas las formas y bellezas, he
descubierto que soy la más divertida e interesante porque puedo ser… ¡lo que yo
quiera!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)