Cuentos, poemas, adivinanzas, preguntas, conferencias, cosquillas a las neuronas y al corazón
jueves, 8 de mayo de 2008
Diario de Yucatan MÉRIDA - Opinión. 01/05/2008
Deseamos ser amados y amar
A, de atrevida
Por Margarita Robleda Moguel
Atrevida tendría que ser mi primer nombre. Sí, Atrevida Robleda Moguel. Sólo así me explico haber aceptado ir a la Universidad Complutense de Madrid a presentar una charla a los alumnos de la Facultad de Educación. Si de por sí aun cargamos quinientos años de sentirnos menos por haber perdido la competencia que debimos haber tenido en el terreno de las matemáticas y no a las trompadas, ser doctora en cosquillas verbales y besos de rana, autodidacta y curiosa, frente a tanto diploma y doctorados con nombre ininteligibles: pesa; provoca, entre otras cosas, abundancia de humedades en las palmas de las manos y cerrazón de garganta.
Hace unos días crucé el charco invitada por una pequeña editorial, atrevida como yo, que en tiempos en que la mayoría de las editoriales le apuestan más a las lentejuelas de su caratula y a su guerra mercadotécnica que al contenido del libro, Sabina Editorial elige textos que tienen que ver con las personas y la vida, con el lenguaje de la madre y el de los sentimientos: con lo auténtico.
Así pues, protegida por los sueños de la mujer que bordó el hipil que me engalanaba, fortalecida con la búsqueda y el trabajo de los años y un morral de libros publicados en Colombia, Estados Unidos y México, muerta de susto, llegué al sitio de la presentación.
El beso de rana “¡croack!” es infalible. Rompe los esquemas y pregona lo lúdico, lo distinto: conecta. Los jóvenes se relajaron, sonrieron y abrieron una ventana por la cual me colé.
Mientras hablaba, sus ojos se abrían llenos de sorpresa. Pareciera que escuchaban el lenguaje extraño de una extraterrestre.
“No concibo —les decía— una maestra, un maestro que llegue a su salón sin su carga de alegría, de entusiasmo. Nuestros niños y niñas están enfermos de falta de esperanza. Los adultos no hacemos más que quejarnos”.¿Estudiar? ¿Para qué si el mundo es una porquería? Lo dice mi papá. “Si no tienes pasión por compartir con tus alumnos el placer por el conocimiento en sí, el deseo de transforma el mundo en un sitio más humano, justo y alegre... pon un puesto de pepitas: deja más. El consumismo ha manoseado las palabras, las ha trastocado, empobrecido. Nos quieren vender que la felicidad se compra, cuando basta asomarnos al fondo de nuestro corazón para encontrarla. Antes, la palabra bondad era un modelo a seguir. Hoy se menciona con un dejo de lástima. Antes se aspiraba a ser bueno, útil y feliz... hoy se mata por ser rico, aunque no se sea bueno, ni útil, ni siquiera feliz. El hecho de que estén aquí me llena de esperanza, a pesar de que vivimos en una sociedad materialista y aparentemente deshumanizada, siguen surgiendo locos como ustedes que reciben la estafeta y le apuestan a la educación, a la transformación del ser humano, a la felicidad”.
Les conté mis cuentos vestida de cuentera: con todo. “No se puede contar un cuento, les insistí, con cara de tablas de multiplicar, hay que vivirlo, disfrutarlo”. “Inquietudes de una raya” es universal, siempre sorprende. Les di elementos para inventar adivinanzas. Hubo algunos que se dieron permiso de recibir la A de atrevidos que les traje de regalo. Hubo risas y cosquillas de palabras. El gozo deambulaba por el recinto.
Llena de orgullo les compartí que mis abuelos habían construido el Castillo de Chichen Itzá, una de las siete maravillas del mundo, sin computadora, sin metales, ni maquinaria pesada... que incluso le habían regalado el cero a los de Microsoft para que inventaran la computadora. Los invité a visitar Yucatán para disfrutar de nuestra cultura.
Terminamos dándonos abrazos y dos besos como aquí se acostumbran. Fue un momento muy especial donde nos reconocimos como lo que realmente somos, independientemente del lado del charco en el que nos encontremos: seres humanos que deseamos amar y ser amados, ser apreciados y dejar una huella que diga que nuestro paso por esta vida no fue en vano. ¡Vale!—
Madrid, España. www.margarita_robleda@yahoo.com
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