viernes, 10 de mayo de 2013



INDIA, AL OTRO LADO DEL MUNDO
Margarita Robleda Moguel

Dicen que los viajes ilustran. Creo que los viajes te ensanchan el horizonte y te regalan la posibilidad de entender que el mundo es mucho más grande que la pequeñez que conoces y te rodea, la que nos quieren vender como única.


Hace unos días tuve la oportunidad de cruzar el océano Atlántico hasta la India y Nepal. ¡36 horas de viaje con 12 horas adelantadas a mi reloj biológico! De entrada, me di cuenta de que aun soy lo suficientemente joven como para dejar la zona de confort y adentrarme, con la protección de un grupo, a lo desconocido, a lo extraño, a lo ajeno. Cuando tienes tiempo, no tienes dinero. Luego tienes dinero pero no tienes tiempo, más tarde tienen dinero y tiempo y te hace falta la salud. Pero lo peor de todo es tener tiempo, dinero y salud… y carecer de la curiosidad necesaria para emprender la aventura y terminas eligiendo disfrutar la vida a través del Discovery Channel.


Más allá del caos vehicular, que por cierto es absolutamente prodigioso, jamás vi un accidente; las vacas y monos circulando por la vida como si nada, el calor, las moscas y el olor a curry… los hindús y los mexicanos nos parecemos mucho. Somos personas alegres, cariñosas, creativas, solidarias; nos cuesta trabajo reconocernos valiosos y terminamos colgándole al santo, en nuestro caso, a sus dioses en el suyo, la responsabilidad de nuestras vidas; pareciera que los  éxitos y fracasos no son consecuencias de nuestro quehacer sino designios divinos que no nos queda más que acatar.  En algunas cosas diferimos. Nosotros tenemos prisa por ser extranjeros: le ponemos nombres extraños a los hijos, les lavamos el pelo con champú de manzanilla para que se pongan güeritos… ellos llevan a sus hijos a los sitios históricos para que conozcan y amen su país. 

Me sorprendió que me pidieran con señas si nos podíamos tomar una foto juntos. ¡Y yo que moría de ganas de tomarles a ellos! Descubrí  que en el fondo, a pesar de que ellas tienen su sari y yo mi blusa de Chiapas, somos seres humanos que queremos regresar a nuestros respectivos pueblos con algo que contar.  “Conocí a una mujer muy chistosa que hacía como rana… dijo que era de México… ¿dónde quedara eso?”


Margo Glanz en su libro “Coronada de moscas”, nos cuenta sus varias visitas a esa caja de sorpresas. Ella dice que la India es la dualidad: lo más hermoso y los más espantoso, lo más maravilloso y lo más terrible que te puede suceder. Nadie queda impasible frente a ella: la amas o la detestas. Disfrute mucho el libro antes de ir y de regreso lo releo con gran placer. Ya sé de qué está hablando y se me antoja guiñarle un ojo de complicidad a otra que también cayó bajo el hechizo de este extraordinario país. Leí a Siddhartha de Herman Hesse, el Ramayana, la guía Michelin… No encontré para releer Far pavillions, que me fascinó en la juventud, pero descubrí  Pasión India de Javier Moro sobre la vida de una bailarina de sevillanas que se casa con un marajá.


 Nada de lo leído me pudo decir lo que sería vivir la placidez del amanecer en el Taj Mahjal para tratar de intentar entender el amor de alguien después de tantos años de partida. La exquisitez de los detalles, incluyendo los jardines, como si hubieran hilado el mármol, bordado las luces, las sombras, los reflejos en el agua, la magia y la nostalgia. La oportunidad se presentó y la aproveché: erigí en mi interior un Taj Mahjal particular para enterrar mis duelos y dolores. Estoy segura de que en medio de tanta paz, de tanta belleza, se irán desvaneciendo entre sus espejos de agua poquito a poco.


Nadie me dijo lo que sería visitar un palacio como el fuerte Ambert en Jaipur, en cuyos salones y pasillos pude percibir colgados en sus paredes los sentimientos de las esposas y concubinas, que cargadas de joyas y arropadas en sedas, únicamente podían atisbar la vida tras las celosías de las ventanas, 


o lo que sucedía en las salas de audiencia del marajá, quien tenía en su mano la vida o la muerte de las personas de su pueblo. Jaulas de oro maravillosas donde mi mente ejerció su vocación de escritora para afirmar que aun vagan por esos rincones el terror del monarca de ser envenenado, los celos, la curiosidad, las traiciones, las risas y el amor.



El llamado triángulo de oro entre Unaipur, Jaipur y Jodphur, que mi frágil memoria para recordar nombres terminó conjugando: “mi pur, tu pur, el pur, todos puramos…” es una retahíla de sorpresas que se van entrelazando una a una. 


Hermosos hoteles en antiguos castillos, artistas de las miniaturas, sedas, alfombras, bazares, templos, palacios, condimentos y aromas. Saris de intenso colorido que destacan sobre los cafés y ocres de los campos semisecos en espera del monzón. 



La visita nos brinda oportunidades que ningún canal de televisión de viajes puede lograr. La adrenalina a todo lo que da cuando recorremos algunas de las distancias en tuc, tuc, en coche de caballos, jeep, ricksho, elefante, en bus por las carreteras, en tren, barco… todo eso sorteando empecinados vendedores de los objetos más inverosímiles. Qué deportes extreme ni que nada. ¡Soy una sobreviviente!

Más allá de lo que algunos pueden considerar “pornográfico”, Khajuraho, reconocido como Patrimonio de la Humanidad, es la historia de todos nosotros, de nuestras fantasías más secretas y   una loa al placer de los sentidos. Es increíble el nivel de manipulación del barro de estos artistas para poder alcanzar plasmar en los rostros y cuerpos que adornan los templos el placer, el pudor, el deseo, la seducción, el orgasmo. Las piedras cuentan historias y  en su conjunto, en medio de bellos jardines, percibo, guardan aun secretos sin revelar.


Me aficioné a las dozas. Es una especie de barquillo con un guisado de papa adentro. Afuera una salsa de tomate, otra de coco y en algún lugar me lo dieron con una salsita verde  que no supe distinguir. Lo sirven con un guisado de calabaza con tantito chile y se va sopeando con un poquito de cada cosa. 

Deje el café a un lado y me di permiso de probar y hasta logre  entusiasmarme con el té con sus gotas de leche que los ingleses les dejaron junto con eso de manejar  y circular, aunque sea caminando, por la izquierda, así como los ferrocarriles, las industrias y el idioma ingles que termina siendo el punto de encuentro para poderse comunicar entre tantos idiomas que tienen como oficiales. A final de cuentas descubro que la gentileza y la sonrisa, sigue siendo la mejor manera de abrir las puertas de aquí y de acullá.




Mi frágil memoria no tiene capacidad de recordar los nombres de tantos dioses y reencarnaciones. 


Pero mi corazón estaba abierto y mi piel sensible a los sentimientos humanos, es por eso que todo mi cuerpo se estremecía en algunos de sus lugares de culto, dónde más allá de las cuestiones económica que seguro rigen algunas instituciones, la fe de la gente mueve montañas.


Varanasi fue mi cierre de viaje, el broche de oro de la India; el esperado. Llegamos por la tarde y nos llevaron en rickshos, pequeños vehículos arrastrados por hombre en una bicicleta. Las multitudes, que cada noche llegan hasta el rio Ganges para la oración, no permiten que los vehículos más grandes puedan acercarse. Sentada en una ellas, inmersa en el caos vehicular de otros similares, tuc, tuc, vacas, motos con hasta 5 pasajeros… en víspera de mi cumpleaños, no pude más que abrazarme y decir: 


“¡Chamaca, mientras muchas de tu generación están haciendo tiempo mientras llega la carroza, mírate tú, zig zagueando la vida. ¡Feliz cumpleaños!”  


Es impresionante pensar que esas multitudes se congregan a diario. Pero el sueño de todo hindú que se respete es llegar algún día al Ganges a la oración vespertina, bañarse en el amanecer y si los dioses lo permiten, morir para ser incinerado y que sus cenizas alimenten el río para fluir directo a la eternidad sin volver a repetir el curso en una nueva reencarnaciones. 



A los turistas nos llevan en unas lanchas para ver a distancia la ceremonia, así como poder observar el lugar en los que los incineran. Margo Glanz habla en su libro sobre la triste suerte que corren muchas viudas, sobre todo las de menores recursos económicos. Antes era un honor tirarse a la pira funeraria del marido, los ingleses intentaron detener esta costumbre, pero ahora, las viudas lo ven no como el honor, sino cómo lo menos terrible. 


Ellas no tienen la posibilidad de heredar a sus maridos, para la familia se vuelve una boca más que alimentar, por lo que ellas deciden que acompañar al susodicho en la cremación, es mucho mejor que vivir de la mendicidad, la prostitución o sepan los dioses  terminar por qué vericuetos y rincones  de los caminos.


Si es bello y vibrante en el ocaso, el amanecer en el Ganges es suave, mágico, espiritual, generoso. Día de mi cumpleaños, día de acción de gracias al universo, día de renovación.


Aún hay mucho por hacer. Pero ¿dónde no? En medio de todo esto, la India descolla a nivel internacional en ciencias y tecnología. No es únicamente una postal hermosa. Es un mosaico maravilloso que tiene mucho para compartir. 


Por lo pronto yo decidí disfrutar el viaje en lugar de pasármela haciendo comparaciones o soñar con regresar a casa para comer un bistec de vaca. El respeto que sus religiones promueven de los animales es una lección de vida. Ya vi dónde se da vuelta, voy a regresar. 






Visite un pedacito muy pequeño del norte de India. Me encantará ir al Sur y por qué no, repetir esta zona, en una de esas logro aprenderme los nombres y dejo de conjugar: “me pur,  you pur, he purs…” porque hasta eso, el inglés no es problema.







La India es un banquete y descubrí que lo verdaderamente importante  no es recordar las fechas y los nombres, sino las vivencias que me llevo puestas, que ya están conmigo y que espero me permitan alcanzar mayor armonía.




10 DES_MAYO




10 DES_MAYO

Me atosigan las presiones sociales para festejar el 10 de Mayo, día de muchos,  para lavar las culpas del abandono del año y  terminan comprándole a la mamita una plancha o una licuadora, dependiendo de las ofertas, para que siga en servicio, o le hacen el favor de ir a comer a su casa para que ella se sobe el lomo festejando a los que la fueron a festejar.
Me niego a hacerle el juego a los comerciantes que apenas dejaron el día del niño, enfilaron las baterías a la madre, para seguirle al maestro y terminar en junio con el papá antes de entrarle a los artículos de vacaciones e iniciar en agosto a vender navidad.
Si se trata de festejar la maternidad, quiero festejar a todas las madres que me dan vida todos los días, las que me alimentan sin conocerme, con sus hortalizas y cría de pollos y vacunos, a las que cuidan mi salud, a las que limpian mis calles, oficinas, baños; a las que hacen teatro y cantan para mí, a las que me alimentan rico en los restaurantes, a las que me hacen tortillas a mano cuando las visito en sus pueblos. A las que me han acompañado a pesar de no entenderme, a las que con una sopita caliente, han fortalecido mis alas rotas y mi corazón adolorido. A las que me sonríen, a las que no, y me hacen pensar y ponerme en sus zapatos. A mis abuelas y bisabuelas, a mi madre, que con su lucha callada, tenaz… fueron abriendo los candando y cerrojos del “no se puede…” para que ésta su hija, su nieta tuviera la palabra y pudiera circular en la vida sin estar pidiendo perdón a cada paso, sin tener que dar explicaciones y agradecer permisos para ser feliz, porque ese me lo gano cada día con mi verso, con mi canto.
Felicidades a todas las mujeres que engendramos vida a cada paso, con gozo, valor, dolor, temor, lágrimas y muuuuuuuuuuuuuucha tenacidad; en silencio. Por eso, sigamos regalando la palabra... hasta que  algún, día, quizás… sin necesidad de un regalo de por medio, logremos entendernos.