martes, 6 de agosto de 2013

"De dulce, de sal y de manteca". Congreso Lectura: Para leer el Siglo XX, Habana, Cuba 2007



ACIERTOS, DESCONCIERTOS Y DESACIERTOS 
DE LA LITERATURA PARA NIÑOS Y JOVENES

DE DULCE, DE SAL Y DE MANTECA

La Habana, Cuba                              Octubre 2007
Margarita Robleda Moguel
                                                                                       
Había una vez, había una y mil veces… mil y una vez; habían tantas y unas veces, desde el comienzo de los tiempos, en los que, los y las Sherezadas del mundo, han sorprendido, arrullado, liberado, impulsado, fortalecido, iluminado, entusiasmado y cautivado a los habitantes de este planeta, con las historias que ellos mismos se inventaron para explicarse el mundo; para enfrentar los miedos, para educar, abrir ventanas y llenar de luz y de sorpresas las grises rutinas diarias que nos roban la risa y el aliento de vida.
El titulo de la mesa, “Aciertos, desconciertos y desaciertos…” me recuerda una ponencia que presente hace algunos años en un encuentro de escritores en San José de Costa Rica: “El amor, el humor y el horror en los cuentos para niños” donde apuntaba: El amor, el humor y el horror, es el barco que me lanza a navegar por estos  mares inciertos. El amor al trabajo para niños y niñas es la base, el sentido; el inició y el fin; el motor y el vehículo: la razón. El humor, porque sin él, la vida sería triste, y la tristeza tiene que ver con la muerte, el aburrimiento, la desidia; la solemnidad hueca, estéril. Con el humor puedo tocar todos los temas y la risa franca y abierta permite que me cuele por los distintos laberintos sin colador que razone si puedo o no, si debo o quizás... no debería. Y por último, el horror es el acicate que me hace trabajar. Me da horror pensar en el tipo de niños y niñas que están creciendo alimentados por tanta frivolidad y violencia; donde lo que importa es la abundancia en la cuenta bancaria y lo más valioso tener que ser; dónde pareciera que los seres humanos son capaces de aceptar la indignidad con tal de alcanzar sus cinco minutos de reflectores.
Me da horror pensar en un mundo engullido por la NADA que, ese maravilloso profeta al que recordaremos hoy y siempre, Michael Ende, visualizo tan bien. Basta ver la pobreza y vulgaridad de la televisión, en muchos casos, único vehículo informativo, ¿deformativo? educativo: tantísimos canales en cable y nada que ver. Horror, que las fabricas se traguen nuestros bosques y nos den a cambio flores de un día en forma de libros donde nos venden, impunemente, como ser, en cinco minutos, flacos, felices y ricos. Horror que nuestras aguas se llenen de basura gracias a nuestra ansiedad consumidora y que las fronteras que debimos haber derribado, por la relación entre los hermanos, desaparezcan ahora en favor de franquicias internacionales, diluyendo las diferencias que nos enriquecen, unificándonos a su semejanza y beneficio.
Así pues, en esta ocasión, decidí tejer un poco de todo, como en botica, y presentarles unas de dulce: que son las que nos encantan y animan, otras de sal que nunca falta, y un poco de manteca para que resbalen todas mejor. Y así, a pesar de las de sal, a pesar de las chile, incluso con o la ausencia de las de dulce, continuemos en esta locura de contagiar a todos los que nos rodean, y a también a los que no, con el placer transformador de la palabra.
¿Qué sería de nosotros, de nosotras sin un Julio Verne, un Emilio Salgari, Mark Twain, Perrault, Andersen, Hermanos Green, ¡Sin la edad de oro de José Martí!? Entre otros.
Para mí, Luisa May Alcott fue trascendental. El personaje de Jo, de su novela Mujercitas, me permitió vislumbrar caminos muy diferentes a los que la costumbre social me imponía. Me dio permiso a ser distinta, a buscar e inventar mi senda, a luchar por ser yo misma.
Los niños nos apropiamos de todos aquellos cuentos que los Hermanos Green y Perrault pepenaron en la memoria colectiva. Historias que surgieron en esos inviernos eternos de Europa alrededor del fuego, donde las historias de lobos que se alimentaban de niñas con caperuzas, de príncipes que enfrentaban toda clase de monstruos y dragones para alcanzar sus metas, de princesas, cuya belleza, permitía a las aldeanas, sobrevivir la dura realidad; hadas madrinas que los llenaban de esperanza; su vida diaria les decía que por más que hicieran nada podía cambiar, quizás con un poco de suerte y una ayudadita mágica… alcanzarían el triunfo de sus  heroínas y héroes.
En los últimos años la civilización se fue haciendo mayor y en cada país surgimos ¡los atrevidos!, que sin importar que aun hoy en día, en muchos de nuestros países se le considere genero menor..., “mientras aprendes a escribir algo serio y trascendental”, los y las escritoras hemos idos tomando terreno y nuestras historias, rimas y poemas andan, sin pedirnos permiso, circulando por el mundo. Ahora los niños y las niñas, los jóvenes, tienen una mayor variedad y oportunidades de elegir espejos donde reconocerse, ventanas a las cual asomarse; herramientas para enfrentar fantasmas; fuentes para alimentar su vocabulario, su horizonte: sueños. Hoy en día tenemos revistas literarias, congresos, diplomados y encuentros, como este espacio maravilloso que con tanto cariño y talento prepara nuestra amiga Emilia Gallardo y su equipo para que nos encontremos los interesados en el tema; los locos, según algunos, que con nuestro gran talento, en lugar de llenar nuestros arcones produciendo jingles comerciales, exprimimos nuestras neuronas para descubrir los “cómos” acercar a los niños y niñas al placer de la lectura, al disfrute del conocimiento.
Si algo tenemos en común las y los presentes con los ausentes, que algún día se asomaran a estas memorias, es la certeza sobre la importancia de la lectura en nuestros pequeños. Como decía José Martí “Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste”. Me pregunto qué diría el maestro de ver algunos materiales con el que estamos alimentando a los cachorros de nuestra especie; a los que pasaremos la estafeta de la civilización, en cuyas manos estaremos de ancianos... ¡gulp! ¡Brrr…!
Hoy en día, la meta no es la obra maestra sino ser el best seller del momento. Pareciera que el éxito de un libro, tiene que ver más con el aparato de mercadotecnia que con su contenido. Algunos editores, bien podrían estar maquilando zapatos; diseñan la envoltura, sin importar los interiores, a manera de libros objetos: producen cosas bonitas, atractivas. Al no ser lectores, no comprenden que a los pequeños les pueda interesar los garigoleos de las palabras, las ilustraciones, la sorpresa de la trama… es por eso que aderezan los libros con juguetes para llamar la atención y alcanzar su único objetivo: la venta. Conglomerados internacionales que invierten sus excedentes en negocios productivos: cosméticos, gimnasios, modas, libros... Todo en un mismo paquete, bajo una misma regla: el éxito comercial.
Los autores estamos inmersos en esta sociedad, no somos inmunes al canto de sus sirenas que nos dice que lo que importa es lo inmediato: los laureles de gloria, aunque sea efímera, y la cartera rebosante; y es así como aquellos, que no se tapan los oídos, terminan naufragando su barco de sueños por espejitos y un puñado de cuentas de colores, cambiando su herencia por un plato de lentejas. Es así que hoy en día existen algunos autores maquileros de adrenalina. Hay que competir con los juegos de videos y los deportes extremos”. No confían o no tienen el talento de un Poe para sugerir por lo que en sus historias abunda el catchup y la violencia gratuita. Atentos al mercado, hoy son especialistas en “valores”, mañana en dietas, y caen en la tentación de que alguno de sus libros alcance la gloria anhelada, por lo que terminan escribiendo: “Descuartizado, por casualidad, a la media noche”, o incluyendo en sus textos temas de pipi, popo y pupu que bien sabemos, por nuestra tendencia rupestre, venden muy bien. Ojo, no estoy en contra de los especialistas, ni con los que en su proceso creativo se atreven a intentar distintas sendas; son los saltimbanquis convenencieros que manosean y contaminan la literatura los que me causan este desasosiego.
Les confieso que como autora me siento absolutamente desconcertada. Tengo 101 libros publicados en México, Colombia y los Estados Unidos. ¿Qué sigue? ¿Vale la pena seguir editando libros? ¡Pobres árboles! ¿Para qué escribir? ¿Para ser famosa, para ganar dinero, para vender libros? ¿Para acompañar…? ¿Para jugarse el todo por el todo en esto de vivir el sino de vaciar el caudal sobre una hoja vacía? Aunque no se publique, aunque no se venda, aunque no alcance a ser famosa. Aunque… ¿Por dónde?
En la feria del libro de Guadalajara, infinidad de bibliotecarias norteamericanas llegan con la consigna de adquirir material en español para los niños y las niñas hispano parlantes de su país. Muchas de ellas sólo hablan inglés. Invitadas, con gastos pagados por la Fil., eligen los libros por sus portadas y tamaño. Dos cosas son básicas: pasta dura y que sea novedad. Pero ¿cómo? les preguntaba: ¿cómo quieres conocer mis novedades, si desconoces mis antigüedades? No son hot cakes, tampoco "enchílame otra", como dirían en mi país. Por ejemplo: me tomo años hilar los libros: “Paco, un niño latino en los Estados Unidos” y “María, una niña latina en los Estados Unidos”. Durante mucho tiempo estuve tejiendo los temas llenos de humor e información para fortalecer la autoestima de los niños y niñas que son arrancados de su país, de su barrio, de su idioma… trasladados a un país extraño, a una cultura diferente, en muchos casos agresiva y discriminante para el que es distinto… pienso que es vital que ellos sepan que están en su nuevo país con un enorme bagaje para compartir… y ahora resulta que después de un par de años de estar circulando, sin el tiempo suficiente para darse a conocer… ¿no son novedades? 
“La vida es como todas las cosas, que no se deben deshacerlas sino el que pueda volverlas a hacer”. José Martí.
Quizás no debería intentar deshacerla porque estoy segura de no ser capaz de volverla a hacer, pero es que hace tiempo que perdí la inocencia y me duele ver que seguimos inculcando en nuestros pequeños las historias que tanto dolor nos han infligido. Desaciertos que se repiten y continúan llenando de miedo y tristeza nuestros corazones; de falta de aceptación de nuestra realidad. Soy consciente de que estas historias son parte de nuestro bagaje universal, que nos conmovieron, que en su momento nos hicieron soñar. Lo que me impacta es ver a señoras y señores en la ya dorada edad que se quedaron atorados y siguen soñando con príncipes y  princesas, con sus vidas, amores y desamores y están enteradísimos de todos sus movimientos gracias a mal llamadas revistas del corazón.
Ojo,  estas reflexiones no son dogma de fe, únicamente preguntas que me hago  y les comparto en mi calidad de Doctora en Cosquillas Verbales y Besos de Rana que se encuentra haciendo una Maestría en la Pepena: pepena ideas, adivinanzas, suspiros y sueños.
Comencé a escribir cuentos para los pequeños, cuando “desperté” y caí en cuenta de algunos puntos básicos de los cuentos tradicionales. Las mujeres, en su mayoría, son mansas y mensas. Cuando jóvenes retrasadas mentales, con perdón de las personas con capacidades diferentes, y cuando viejas, cuando alcanzan el conocimiento y la sabiduría, las queman por brujas. Son tan grises que carecen de nombre. ¿O alguien sabe cómo se llaman Cenicienta, Caperucita, Ricitos de oro? No es raro entonces, que las mujeres terminemos siendo la mamá de Juanito, la hija de don Pedro, y la esposa de don Juan. Es tal mi rechazo a esa aceptación tan tacita de ser la Sra. de Pérez, así, sin un Elvira previo, que hace unos días, en una boda, le dije al fotógrafo: por favor le pone: “Margarita Robleda Moguel, de ella misma”.
¿Por qué los príncipes tienen que ser azules…? ¿Y si me gusta uno café, uno verde, tal vez morado por lo enamorada que estoy? Con excepción de Blanca Nieves y su cabello negro, las princesas vienen en paquete de belleza europea: caireles de oro, piel de marfil, labios de rubí y ojos azules como lagos. ¿Dónde quedaron nuestras pieles canelas y ojos de noche estrellada de nuestras latitudes latinoamericanas? No somos de hueso largo, más bien las redondeces de nuestros cuerpos propician unos abrazos sabrosos. Las… ¿heroínas? esperan ser salvadas por su príncipe. Lo mamamos, no hay de otra. Aun hoy en día, esperamos que alguien más allá de nosotras mismas,  solucione nuestros problemas, se responsabilice por nuestras acciones, se comprometa con nuestra felicidad. ¿Por qué Cenicienta, a la que según parece le gustaba tanto las labores domésticas, no se fue de sirvienta a la casa de a lado, donde además de apreciar su trabajo seria remunerado? A los príncipes tampoco les va bien. No pueden dudar, no se pueden equivocar, ¿llorar? ¡Ni de casualidad! Quizás por eso tengamos que sufrir, ellos como nosotras, tanto Rambo suelto. Qué agotador debe ser andar siempre con la armadura puesta; ser aceptado únicamente por tu capacidad de vencer dragones. ¿Y qué hay con las ternuras del corazón? ¿Se bajara algún día del caballo?
¿Y qué con eso de que vivieron muy felices? ¿Será que le echaron ganas todos los días? Frase que habría que añadirle a los finales para no crear expectativas vanas. ¿O lo fueron, porque en realidad el príncipe andaba todo el tiempo coleccionando hazañas para presumir a sus amigos y cuando venía al castillo, a saludar, todo era novedad y fiesta? Me pregunto qué tanto de los que viven con el sueño de ganarse la lotería, no están esperando a su hada madrina que venga a solucionarle los problemas, a resolverles la vida.
¿Somos conscientes de nuestros contenidos? ¿Responsables? Hace algunos años, en un congreso de educación prenatal y temprana en esta ciudad de la Habana, en mi ponencia: “Educando con canciones cuentos, reflexionaba:
 “De tín marín, de do pingüe, cucara macara, títere fue. Yo no fui, fue Teté, pégale, pégale que ella fue.”
¿Cuántas veces habremos jugado a este sorteo? Rimas como esta, nos conectan automáticamente al inconsciente, por lo menos eso dicen los expertos... y creo que tienen razón: es tal nuestra inconsciencia que ni siquiera nos damos cuenta de lo que proponemos al seguir cantando, jugando y educando de generación en generación: “Yo no fui fue Teté, pégale, pégale, que ella fue”. O sea que además de soplón, provocador.
“Tortitas de manteca para mamá que está contenta, tortitas y tortones para papá que da tostones”. Mamá está contenta ¿de qué? Papá es solo un proveedor y pareciera que de eso depende su calidad de padre. A mamá hay que pedirle cariño, atención, mimos; a papá tostones que traduciendo para las nuevas generaciones, eran monedas de 50 centavos. ¿Qué tal si le cambiamos a “tortitas de maíz, para papá que está feliz?” ¿Lograríamos algo diferente?
¿Y qué me dicen de “A la rorro niño, a la rorro ya, duérmase mi niño duérmase me ya, porque viene el coco y te comerá?”
Inconsciencia colectiva, inconciencia popular, inconscientes nosotros y nosotras que desde la cuna llenamos de miedos a los que según esto: amamos. Miedos que se convierten, se transforman, se diluyen y se pierden en los laberintos de la memoria y se confunden en sus paredes y redes y se juntan con estos de aquí y aquellos de allá,  crecen y se multiplican y se traducen en fobias y terrores que nos acompañan y manifiestan en violencias,  sin ton ni son, porque no tenemos conciencia clara de su origen ni razón. Nuestros niños y niñas están enfermos de miedo, de ruido, de violencia y desesperación: de falta de esperanza. Hollywood, nos ha contagiado del virus, se ha encargado de decirnos que no hay futuro, ¿o Uds. han visto alguna película en la que se nos presenta algo más o menos atractivo? Cuándo los adultos están juntos... ¿qué hacen? ¡Se quejan! Compiten por alcanzar la presidencia vitalicia del “Sufridor más sufrido”. Olvidamos que los niños y las niñas están atentos y escuchan: aprenden, se contaminan.
Tito tito capotito, sube al cielo…  ¡y pega un grito!
Hoy me toco ser Tito Capotito, subirme al cielo y pegar un par de gritos de alarma. Y es que parte del privilegio de los “marcianos”, según algunos, de todos aquellos que nos dedicamos a escribir cuentos para niños y niñas, de los que apostamos por la educación. Junto con pegado, tenemos la capacidad de ver más allá de lo inmediato. Nuestros ojos son capaces de vislumbrar las posibilidades y los grilletes, las cumbres y los abismos. Alumnos todos de Julio Verne, de José Martí, tenemos la habilidad de ver el futuro, y cual profetas: predecir. ¡Adelantarnos a los tiempos! Mientras más limpio sea nuestro espejo, más nítida será la imagen del que se mire en él; más proyección de sí mismo podrá vislumbrar. Ante la realidad mundial que pareciera atropellarnos, nos toca responder con las “armas” con las que hemos sido dotados: inteligencia, creatividad, talento, arrojo, ¡compromiso! Hoy Cuba nos reúne a reflexionar y proponer. La presencia de compañeros y compañeras de tantos países me dice que son parte de la búsqueda y propuesta de su entorno. En España, María Milagros Montoya da a luz a la editorial Sabina para ofrecerle a las y los alumnos de secundaria lecturas significativas. En México, un grupo de locos y locas, físicos, matemáticos, educadores, narradores orales y escritores, respondimos a la invitación de una loca mayor, Nora Gómez y yo, somos parte de la Asociación Civil, Efecto Creativo que está iniciando el trabajo con los y las maestras de preescolar y educación primaria para rescatar, proponer, reafirmar, fortalecer la curiosidad, el placer del conocimiento y la lectura; para pasar la estafeta, al que la quiera recibir, del sueño de un mundo mejor, más divertido y humano, más justo y alegre. Como bien dice nuestro amigo el físico Roberto Saavedra, seamos hombres y mujeres del renacimiento. Reflexiono: ¿Será que la modernidad ya dio todo lo que tenía que dar? La crisis, se encuentra en todos los rincones del planeta, en todos los ámbitos: educativos, sociales, económicos, ambientales, éticos, culturales, etc. Podemos ver la crisis como derrota, también  como reto: quizás como el momento ideal para romper paradigmas y reinventar el camino: para renacer.
La presencia de todos Uds. me llena de esperanza. No estamos solos. Como dice la canción del poema de Benedetti: “En la calle codo a codo somos muchos mas que dos”. Gracias Emilia por reunirnos a reafirmar y alimentar nuestra alegría, a estrechar lazos fraternales y solidarios con los nuestros; estoy convencida, de que los locos se juntan con los de su especie... y en eso: ¡cada quien! En este banquete de ideas, algo se nos tendrá que ocurrir para llegar a la próxima etapa; porque en este rally que es la vida, que yo sepa, nadie tiene el itinerario completo. Quizás descubramos que no necesitamos una editorial que nos publique, que el Internet nos ofrece espacios por inventar, para construir; o que si nos publican, podamos diseñar maneras de difusión diferentes a las luces de neón, la estridencia, y las “novedades” de un día; alianzas solidarias que diluyan las fronteras y nos enriquezcan a todos.
Lo importante es que ¡la literatura gane! Que el contenido sea superior al envase, que el objetivo no sea parecer sino ser. Tontos no somos, hemos llegado hasta aquí y, si bien nosotros le damos a la literatura… en retorno: los cuentos para los niños y las niñas, para los jóvenes, son el mejor antídoto contra la vejez y la muerte: nos mantienen juveniles, curiosos, atrevidos… ¡Vivos!  Que el ingenio que explayamos en cada historia, nos permita vencer los retos y alimente nuestra alegría. No estamos solos, entre todos, ¡algo tendremos que inventar!
Y bueno, como autora y cuenta cuentos no puedo concluir sin compartir con Uds., mis hermanos y hermanas de vocación, una rebanada de mi pastel.

INQUIETUDES DE UNA RAYA,
Una raya rayada, cansada de sentirse raya soñaba con ser círculo. Se sabía tan recta, tan plana, tan sin chiste... que salió de su espacio en busca de  respuestas. Por el camino descubrió a un ángulo.
-Hola -saludo la raya- ¿quién eres?
-Me llamo ángulo, me parece que somos algo así como parientes. ¿A donde vas?
-Quisiera aprender a ser círculo. ¿Podrías enseñarme tú?
-Me temo que no se nada de eso, pero si quieres, te puedo enseñar a ser ángulo.
-¿Ángulo?
-Lo único que tienes que hacer es doblarte a la mitad... ¡Así!  Si tienes 90 grados, te llamarán ángulo Recto, si tienes menos serás Agudo y si tienes más grados que estos,  tu nombre será Obtuso. ¿Ves que divertido?
-La raya sin pestañear siquiera, seguía todas las indicaciones.
Al cabo de un tiempo de ser Recta, Aguda y Obtusa, decidió que no era suficiente. Ella quería ser círculo, y eso es lo que iba a ser, por lo tanto decidió seguir su camino. El Ángulo le deseó buena suerte  y le recomendó visitar al primo triángulo, tal vez él sabría.
A éste se lo encontró encantado de la vida tocando en una orquesta.
-El ángulo me dijo que vendrías. La verdad es que yo no se nada de círculos, pero si quieres te puedo enseñar a ser triángulo.
-¿Qué tengo que hacer?
-En vez de doblarte en dos, ahora deberás hacerlo en tres partes. Si tus lados son iguales que tu base te llamarán Equilátero...
La raya sudaba grados para seguir las indicaciones de su maestro.
-Puedes ser Isósceles, Trapecio... Anda, se vale probar lo distinto. No temas equivocarte, lo único que descubrirás con eso, es que no era por ahí. Busca,  poco a poco irás afinando tu propia voz.
Al cabo de un tiempo, la raya comprendió que a pesar de lo interesante que resultaba ser triángulo... no era del todo suficiente.
-El triángulo comprendió su desasosiego y le sugirió visitar al cuadrado... tal vez él sabría.
El cuadrado resultó muy serio, muy cuadrado, muy formal, muy licenciado.
-El triángulo me dijo que vendrías, que quieres ser círculo; no sé... has probado tantas cosas que ahora tu cuerpo y tu mente son más ágiles y flexibles... tal vez si tu cabeza toca a tus pies... pero qué digo. ¡Coff, coff! –tosió. ¡La ciencia es algo serio!
-Si mi cabeza toca a mis pies...
La raya se fue dejando atrás al cuadrado con su  confusión.
De pronto se topó con una naranja, fue tan de repente que enmudeció por la emoción.
-Hola -saludó la naranja.
La raya la miraba totalmente extasiada. Si tu cabeza toca a tus pies parecía escuchar a los lejos.
-¿Sucede algo? -preguntó la naranja preocupada.
-¡Eres tan hermosa! -logró balbucear.
-Gracias -respondió la naranja con un airecito de flor de azahar- ¿puedo hacer algo por ti?
-Me da mucha pena...
-Anda… pide lo que quieras.
-¿Te puedo abrazar? -preguntó la raya zigzagueando por la emoción.
-¿Abrazarme? -respondió la naranja con las mejillas anaranjadas de rubor.
-¡Si! -exclamó la raya. Con tu abrazo podré ser lo que siempre he soñado… ¡Círculo! Sin ti, soy una raya sin  gracia ni chiste.
-Vaya -dijo la naranja- me alegra mucho poderte ser útil.
La naranja se quedó quietecita mientras la raya comenzó a alargarse, alargarse, alargarse... tanto, que logró abrazar a la naranja. “Si tu cabeza toca a tus pies... –rezaba- ¡pondrás el mundo al revés!”.
Al fin lo había conseguido. Se despidió de su amiga dando maromas de puro gusto; ésta soltó de emoción una lagrima de jugo de naranja.
Cómo círculo conoció la redondez del mundo, el espacio sin límites y la libertad. Fue entonces, cuando comprendió todo.
-Yo que me creía tan pobre, tan plana, tan llena de miedos,  tan sin chiste... he descubierto que hay en mi todas las posibilidades del universo. Si quiero puedo ser un triángulo y participar en una orquesta; incluso puedo ser un garabato… ¡se vale equivocarse! o tan largo como una carretera... entre todas las formas y bellezas, he descubierto que soy la más divertida e interesante porque puedo ser… ¡lo que yo quiera!