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Previo al festival, asistimos a una ceremonia maya para pedirle permiso a la Madre Tierra, y por supuesto, para agradecer, una, dos, tres y cuatro veces al Corazón de la Tierra, al Corazón del Cielo, el enorme regalo de reconocernos criaturas, de reconocernos en camino, en proceso, con la conciencia muy clara de que sólo juntos y juntas podremos aprender a remar en una sóla dirección que beneficie a todos y a todas.