lunes, 4 de febrero de 2008

Decir temporada

Diario de Yucatán
DECIR TEMPORADA….

Margarita Robleda Moguel

Decir temporada… es decir encuentro conmigo misma: con mis recuerdos, nostalgias y raíces; con los amigos y los otros vecinos, los de temporada; con todos aquellos con los que hilamos nuestra historia que se entrelaza y mezcla, se enriquece y trunca: porque algunos de nuestros amores y sueños, fueron escritos sobre la arena y las olas, que vienen y van, se los llevaron a recorre el mundo y nunca más los volvimos a ver.
Decir temporada… es abrir el cofre de la memoria y dejar que se escapen los olores a sargazo, a brisa marina, flores de mariposa y lirios; a cocotazos recién horneado en el Resbalón. Es el perfume de mi abuela Margot que llegaba puntualmente, desde San Antonio Tejas, lugar de su residencia, a la cita anual con sus recuerdos de infancia y sus retoños.
Queso de bola, mantequilla dos manos, aceite sinsat, carne tulip, galletas saladas Dondé en lata grande; biscochos, sardinas, carne endiablada, leche condensada, charritos con su dotación de chiles jalapeños, pasta de guayaba y queso daisy…. provisiones básicas traídas de Mérida especialmente para la temporada, junto con las velas para los apagones y los juegos de mesa. Las tortillas, el fríjol negro, el arroz blanco, los plátanos fritos, el chile habanero kut y la cebolla curtida son de cajón para acompañar las postas de pescado frito o el tik in xic de mero que se mercan fresquesitos a la orilla de la playa.
La masa para disfrazar los naches para la merienda, así como los rábanos, el cilantro, tomate, calabacita, los pepinos, las huayas para hacer xax, los deliciosos zaramullos, sapotes, caimitos, anonas, nacenes, pitayas y limones, muchos limones frescos, muy frescos, en los mercados locales. Los granizados de tamarindo con el Ganso o el banana split de Milán. La corrida de toros en Chibxulub, y la feria en el malecón de Progreso. Alboroto colectivo al escuchar: merengues, flor de leche, besitos, sapotitos… o ¡el triangulo de los barquillos!
Decir temporada… es amanecer con el pregón de: “Diario” y estar conectado con el mundo, y a media mañana la plática sabrosa de los vecinos y parientes remojados en trajes de baño y calzoneras en ese inmenso mar que nos desnuda las vanidades y hace manifiesta nuestra fragilidad: diluye las marcas de ropa, los títulos universitarios y las diferencias bancarias; es la cervecita con xikelpac a medio día y la lunada al anochecer. Es el enjambre de niños y niñas que deambulábamos de la mañana a la noche sin preocupación de los mayores que sabían bien que no faltaría la invitación a la hora del almuerzo o la merienda como tampoco la decisión de su parte a la reciprocidad llegado el momento. Telarañas de hamacas que descubren infinidad de recovecos y posibilidades, hospedan al peregrino. Es asomarse a ver los bailes en Cocoteros mientras se alcanza la edad y estar enterada de quien le gusta a quien por el rubor de las mejillas y el brillo de los ojos.
Decir temporada, es decir sencillez. Es la ultimo pasada a la ropa vieja, ya de por si heredada de los hermanos mayores, así como el darle beneficio a los muebles sin oficio, uso a las ollas, los platos y cubiertos si pareja. Es compartir lo que se tiene sin aspiración ninguna ni competencia.
Decir temporada… es tener todo esto en mente y no saber cómo compartirle a los hijos, que nos miran atónitos y se quejan de aburrimiento, lo bien que la pasábamos sin celular, televisión, Internet, lancha, motos, nintendos y demás juguetes electrónicos, jugando beis, quemados, quim bomba, lotería y dígalo con mímica, haciendo papalotes, perdiendo sayonaras en la ciénega, platicando cara a cara, leyendo libros de aventuras y paseando en carreta; tan sólo, sentaditos en las bardas, viéndonos pasar.
Decir temporada, en la actualidad, es el privilegio de detener la loca carrera a ninguna parte, de recuperar el aliento, recordar, retomar la vida, escuchar el acento de ese pájaro azul que llevamos en el alma y que por las prisas y el “estrés” hemos silenciado. Es abrir el cofre de la memoria y reanudar los lazos de afecto con los parientes antes de hacerlo en la misa de pésame; es desempolvar la guitarra, recuperar el romance, reactivar el fuego y el privilegio de contar estrellas, a solas, en pareja, en familia. Es abrir los ojos muy grandes y esperar, contra toda esperanza, ver el rayo verde al ponerse el sol y así alcanzar el deseo anhelado.
Decir temporada… es agradecer, de rodillas, la inmensa fortuna, sin merecerlo, como diría mi madre, de tener tan cerca nuestra bellísima costa yucateca y la posibilidad, tan lejana para la mayoría, de poder ir de temporada.

Sta. Gertrudis Copó Yuc. margarita_robleda@yahoo.com

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